Hace ya tiempo que el tema de las redes sociales y los niños viene dando de qué hablar. Un año atrás los políticos estaban alertados del alto número de usuarios menores de edad que frecuentaban esos lares y se lanzó el grito al cielo para que prohibieran su registro en plataformas como Tuenti o Facebook.
¿Pero, tanto bolo con Internet cuando tenemos en la televisión a los aberrantes concursitos de “Llama ahora” o canales como Telecinco o Antena3 con su retahíla de programas del corazón llenos de actrices porno, calvos que se suicidan pero luego no, futurólogas que se declaran en huelga y demás suciedad de debajo de la alfombra que se sacan de Gran Hermano? No se podrá negar que un niño aprende antes a usar un mando que un ratón de ordenador.
Puede ser que ahí esté el problema. ¡Ah, no! Espera. Las televisiones reciben anualmente millones de euros gracias a la publicidad que satura los programas que emiten, las empresas nos introducen sus productos hasta en la propia comida y los partidos políticos se benefician de la propaganda que le da las cadenas. ¿Para qué iban a mover un dedo entonces? Miro el periódico y descubro sorprendido que hasta Los Lunnis, el único reducto para la educación infantil que quedaba, está ya fuera de parrilla. Se nota que no supieron vender suficientes peluches.
Cuando yo era pequeño tenías el Megatrix en Antena 3, en Telecinco el Club Disney, en la uno Barrio Sésamo y en la dos a la superchupi de Leticia Sabater. Ahora tenemos ruletas de la fortuna, tronistas, musculitos, Anarrosas y demás fauna. Mejor no hablemos de las tardes…
¿Qué esperan entonces que hagan los niños ahora? Se les podría pedir que salieran a jugar a la calle, pero después de haberles sometido a constantes horas de Nintendo DS, Play Station o Xbox están bastante fuera de lugar para hacerlo. Solo les queda buscar un refugio en la siguiente escala: Internet.
La red social es uno de los grandes avances de nuestra sociedad. Nos ayuda a conocer y conservar amigos, a estrechar fronteras, incluso si se sabe usar con un poquito de moderación, a educar a los niños. Pero, señores, no veamos fantasmas donde no los hay. Si su hijo de 11 años se mete en una red social de Internet en busca de amigos o de conocer gente, quizás no sea problema del señor Tuenti o el señor Facebook. Tal vez sea culpa nuestra por comprarle un videojuego de Pokemon en lugar de una pelota de fútbol o una muñeca.